En la opera prima del español Oskar Santos puede verse la mano de uno de sus colegas, el reconocido Alejandro Amenábar. Este último (director de dos famosas películas españolas como Tesis y Abre los ojos) cuenta con un gran talento para la construcción de tramas en las que el elemento fantástico juega un papel principal. Lo mismo pasa en “El mal ajeno”, película que no dirige, pero que sí produce.
Esta película comienza con una escena que puede hacer temer lo peor: una serie de jóvenes entrevistados en un grupo de autoayuda para enfermos terminales le cuentan al médico Diego Sanz (Eduardo Noriega) todas las dolencias que los aquejan. Esclerosis múltiple y cáncer son casi las primeros problemas que se van ventilando en esa reunión. Uno de los pacientes amenaza con abandonar la medicación que está tomando.
Esta escena, que parece prever una película llena de golpes bajos, rápidamente se resignifica. La trama gira hacia el thriller cuando Sara (Belén Rueda), una de las enfermas terminales atendidas por Sanz, llega al hospital en estado de coma producto de un intento de suicidio. Tiene un embarazo de siete meses y un secreto perturbador que la cámara de Oskar Santos desovilla de a poco, con destreza y suspenso.
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