El filme, que se estrena mañana en las salas de nuestro país, llega además con el peso de ser la película que carga con más nominaciones en los próximos premios Oscar (11), incluyendo Mejor Película y Mejor Director. Su realización surgió justamente de la obsesión cinéfila de Scorsese, quien al leer el libro homónimo, publicado por Brian Selznick en 2007, compró de inmedianto los derechos para llevarla al cine.
Parece ser una película totalmente ajena dentro de la filmografía de Martin Scorsese, por su tinte infantil y aventurero, pero La invención de Hugo Cabret -dejando de lado sus documentales- es donde el director de Taxi driver más ha plasmado su pasión incontrolable por el cine.
Las razones de su fascinación por la historia se vinculan directamente con uno de sus personajes: Georges Méliès, el primer gran autor de la historia del cine, conocido principalmente por la icónica película Un viaje a la Luna (1902), en donde un cohete lleno de pasajeros se incrusta en el ojo de una Luna con rostro.
Tal como lo muestra la cinta de Scorsese, durante los años 30, Méliès vendía juguetes en la estación de Montparnasse, en París. Ya habían pasado casi 20 años de sus últimas películas, y la fama y fortuna que había recopilado a través de sus más de 500 películas se habían esfumado dentro de la complejización que el cine había alcanzado como arte y negocio. No había cabida ya para sus juguetones pero sofisticados filmes de corta duración, cada uno con un novedoso y espectacular efecto visual, que además ensanchó narrativamente este nuevo arte.
Fue justamente en 1895, en el mismo origen del cine, en esas exhibiciones de los hermanos Lumière, donde Méliès vio en la cámara posibilidades que los hermanos no sospecharon: rodar historias, crear magia con ella, tal como su ídolo Houdini lo hacía en el teatro. Fueron trucos visuales que nacieron por casualidad, cuando su cámara se trabó por unos segundos mientras filmaba. Al revelar la imagen, el error provocaba que las personas que aparecían de pronto se difuminaran mágicamente.
Scorsese, con delicadeza y rigor, revive muchos de estos pasajes en su película, donde se reconstruye el teatro y el estudio cinematográfico de Méliès, el primero de la historia del cine. Así, con un alabado uso del 3D y un diseño de lujo, las escenografías y la pasión de Méliès por el cine reviven como nunca antes.
Fuente: Diario La Tercera
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