En “El Elefante blanco”el actor encarna a un cura que trabaja en Ciudad Oculta y vive rodeado de contradicciones y conflictos. Aquí habla de una experiencia que le abrió la cabeza.
Es buenísimo esto, me voy a comprar uno y lo voy a usar todo el tiempo”, dice Ricardo Darín señalando al grabador. Es que intentar mantener una conversación con él en un café se hace una tarea complicada por las constantes interrupciones de personas que quieren saludarlo o sacarle un foto. En un momento, cuando la cuestión empieza a tornarse complicada, Ricardo empieza a señalarle el grabador a cada uno que se acerca. “Ahora no puedo, estamos grabando, después hablamos”, susurra, como pidiendo disculpas o como si la entrevista estuviera saliendo en vivo.
Darín es un tipo al que la gente se acerca con cariño, como si se tratara de un amigo. Y Ricardo -cordial, amable- siempre hizo un culto del buen trato. Pero en un punto puede ser agotador. Algo de esa imagen y de lo que la gente deposita en los famosos, se hace presente en el rodaje de Elefante blanco , la película que está filmando con Pablo Trapero, que ya lo dirigió en Carancho .
Allí interpreta a un cura que trabaja en las villas y que se enfrenta a una serie de problemas que allí se suscitan, además de los que tiene con un cura amigo, más joven (el belga Jérémie Renier, actor de varios filmes de los Dardenne) y con la asistente social (Martina Gusman) que lo ayuda en su labor. El filme se está rodando en su mayor parte en Ciudad Oculta, y las expectativas que la gente allí pone en el cura, en la ficción, se confunden con las que ponen en Darín, en la vida real.
“Mucha gente cree que el famoso tiene posibilidades de contar lo que ocurre, entonces sos epicentro de una serie de reclamos. Se mezcla un poco –dice-. Y si ves algo que está a tu alcance ayudar a resolver, lo hacés. Estamos ayudando a un chico que se tiene que hacer una operación urgente. Son cosas que pasan y no les podés sacar el cuerpo. La gente te habla de sus problemas con las cloacas, la falta de atención sanitaria, el narcotráfico, esperando que puedas ayudar de alguna forma. Hablaba con un grupo de mujeres de las Madres del Paco y me decían que estaban preocupadas por lo que va a ocurrir cuando se termine el rodaje. Una decía: ‘hace cuatro semanas que mis dos hijos no fuman paco porque están trabajando en la peli. ¿Qué va a pasar después?’.” Esas zonas pantanosas en las que Trapero se suele meter (las mafias, las cárceles, la policía) encuentran en Elefante un correlato personal aún más fuerte. Los que trabajan en el filme se replantean prejuicios y tratan de escapar a generalizaciones. Y también la experiencia los pone frente a otro “elefante” al que muchos prefieren no mirar: la relación personal con la fe y la religión.
“Es muy fuerte todo y muy diferente en la teoría que estar en el terreno –cuenta-. Con la gente de la villa nos vamos conociendo. Te enterás de sus problemas y aprendés a diferenciar. Muchos utilizan el facilismo de decir “villa” y creen que describen a todos. Y eso es una generalización, una injusticia. Varía tu enfoque al estar ahí, esa cosa de clase media que te hace creer que tenemos problemas graves por renunciar a un subsidio y no nos damos cuenta de los verdaderos problemas de la gente. Cuando entrás en contacto con ellos empezás a tener una percepción distinta de todo”.
¿Y en lo religioso cómo te toca? Yo no soy religioso, pero hacer esta película me hace poner en duda mi falta de fe. Lo que me ha llevado a la falta de fe, o falta de apego a la institución, es la distancia que yo tengo con cierta actitud de la Iglesia frente a los problemas de la gente. Pero cuando te toca trabajar con estos tipos metidos hasta el cuello en lo que le pasa a la gente se te mueven un montón de cosas y empezás a dudar. No todo es tan claro.
Lo llaman para ir a toma. Adentro, en la vacía y enorme Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, en Palermo, le toca “unas escenas fáciles”, comparadas a las más intensas de la villa. Mientras el excelente fotógrafo Bill Nieto acomoda la luz para grabar con la nueva cámara digital Arriflex Alexa, los asistentes acomodan cosas y hasta dos de los coguionistas (Santiago Mitre y Martín Mauregui, el otro es Alejandro Fadel) chusmean lo que pasa, la iglesia luce impactante. “Estamos filmando otra secuela de El Código Da Vinci ”, bromea Trapero, a punto de arrancar con el plano.
Para Darín, se trata de una pelícu la compleja y abarcativa. Su personaje, cuenta, “ha seguido la línea de los sacerdotes obreros franceses, del movimiento del Tercer Mundo, ligado a la tradición e ideología del Padre Mugica, más pegados a la gente en la Tierra que a la religión en el Cielo. Pero no por eso deja de ser un sacerdote. Se entera de un problema de un amigo, discípulo, mal herido y al borde de la muerte en una población indígena del Amazonas. Lo encuentra y lo trae a trabajar a la villa. Y ahí aparecen las patas reales de la trama: la gente que labura y la que no, políticos, funcionarios. Es una historia grande, abarca varios temas grossos: la realidad de la villa, los conflictos internos en la Iglesia, la confrontación entre proyectos para sacar a la gente de la indigencia. Hay una crisis de fe, hay sexo. Hay de todo...”
Elefante es una película larga (diez semanas de rodaje) y grande. “Vamos por la mitad y Pablo ya tiene un armado de una hora y media. Lo quiero matar, pero lo quiero -dice y se ríe-. Es que donde ponés la cámara todo te parece rico y fuerte. ¿Qué dejás afuera de eso? La historia está cubierta y tenemos además un gran plus de imágenes”.
Elefante es una película larga (diez semanas de rodaje) y grande. “Vamos por la mitad y Pablo ya tiene un armado de una hora y media. Lo quiero matar, pero lo quiero -dice y se ríe-. Es que donde ponés la cámara todo te parece rico y fuerte. ¿Qué dejás afuera de eso? La historia está cubierta y tenemos además un gran plus de imágenes”.
¿Te preparaste para el papel hablando con curas? Permanentemente. Sacerdotes, curas villeros, patear el terreno y ver lo que hacen. No necesitás vivir un año a su lado, enseguida ves lo que se deposita en ellos, lo que representan, son el epicentro de conflictos, reclamos y demandas de la comunidad. Gestionan, van y vienen, y al mismo tiempo hacen su trabajo pastoral que es evangelizar. Estoy aprendiendo un huevo.
Darín cree que Elefante blanco , a diferencia de otras películas “más realistas” del director deEl bonaerense , va a tener un elemento distinto. “Es extraño, pero creo que los conflictos internos de los personajes, mezclado con lo que pasa en la villa, va a terminar dando una sensación de tener algo místico”, dice.
Y también más duro… Claro. Esta es la película mas arriesgada que Pablo hizo en su vida y la mía también. Y no hablo de interpretación. El trabajo, llegar el lugar, cómo filmar. O te transformás en un invasor que retrata desde afuera o te metés con las patas adentro y te involucrás. Nosotros elegimos este camino: estar en contacto permanente con la gente.
Fuente: Clarín.com
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